
Puebla no sólo abre sus puertas, las deja entreabiertas con amor, como quien invita a pasar a su casa, con historias, con sabores y volcanes dormidos. Hospedarse aquí no es sólo dormir: es descansar en las nubes. Casonas antiguas transformadas en hoteles que respiran arte e historias, estancias modernas que abrazan la ciudad, posadas en calles empedradas, hoteles boutique donde cada habitación es una joya íntima, y cabañas escondidas entre montañas, pinos y niebla. Puebla es un susurro que arropa, un descanso que permanece.
Con una oferta hotelera de casi 20 mil habitaciones, Puebla demuestra tener una expertise comprobada en el hospedaje. Desde el corazón de la ciudad hasta los rincones más altos de la sierra, cada forma de hospedaje en Puebla es una extensión de su alma generosa. Aquí, el descanso se convierte en parte del viaje. Hay lugar para el viajero solitario y para la familia entera, para quien busca relajarse entre volcanes y para quien quiere despertar con el bullicio de los mercados y la comunidad. La hospitalidad no se improvisa: en Puebla se hereda, se vive, se honra. Porque aquí, cada noche tiene el sabor de un nuevo comienzo.


En Puebla, la cocina es un susurro del pasado que sigue vivo en cada calle, en cada mesa, y en las manos de aquellas que aman su herencia ancestral. Sus sabores son historia y hechizo: el mole poblano, oscuro como la tierra fértil y profundo como su historia, danza con el guajolote sobre platos festivos, mientras las chalupas, pequeñas y doradas, desfilan como luciérnagas en las plazas del centro. Es una ciudad que cocina como quien reza, donde el maíz se convierte en arte, y cada comida es una celebración del alma
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